_____________________________________________Sobre la reforma de la enseñanza
"El objeto de la educación es formar seres aptos para gobernarse a sí mismos, y no para ser gobernados por los demás." Herbert SPENCER
Volver querible lo que uno hace
Cuando se habla de cambiar la enseñanza se suele perder de vista un aspecto que es a mí entender esencial, para comprender lo que en verdad ocurre.
Qué la enseñanza debe cambiar, para adecuarse a los cambios tecnológicos que hoy marcan un camino de no retorno, porque todos entendemos que son transformaciones que vinieron para no irse, no se discute. El tema es cómo lograrlo, y cuáles son las vías adecuadas para alcanzar ese objetivo.
Antes, creo yo, de plantearse la reforma de la enseñanza hay que entender qué rol jugó y aún en gran parte juega el sistema educativo tal como viene del pasado.
La enseñanza, tal como emerge de los tiempos de José Pedro Varela, jugaba un rol integrador. Inglaterra invertía en ferrocarriles y el estado uruguayo debía invertir en obreros calificados. La enseñanza estaba pensada para formar obreros aptos para el modelo económico que Inglaterra planteaba. Lo mismo era válido para los otros niveles no obreros, de carácter administrativo. Se enseñaba la contabilidad que era necesaria para llevar a cabo el comercio exterior con la metrópoli industrial. Los primeros libros de contabilidad no enseñaban todo el ciclo contable sino aquella parte que hace al comercio exterior, la balanza de pagos y la balanza comercial.
Como enseñaba José Pedro Varela, no es porque yo les imponga a los demás mi concepto de cultura que los otros han de ir a eso que yo deseo para ellos, los demás van a una cosa porque tienen sus motivaciones para orientarse hacia eso, mi tarea en todo caso consiste en estimular que así sea. La ruptura entre Varela y Sarmiento, que eran grandes amigos inicialmente y Varela aprendió mucho de él, vino por eso, porque no es civilizando a garrotazos del tipo, “Civilización o Barbarie”, “porque yo quiero otros deben”, es al revés, es volviendo querible para los otros la educación que uno tiene. Cuando el hombre medio comienza a ver que le va mejor en la vida a aquel que tiene estudios, lo que no pudo para él, lo quiere para sus hijos.
Por eso Varela antes de la reforma crea la “Sociedad de Amigos de la Educación Popular”, porque se precisaba gente que tornara querible la educación y la cultura.
El hecho, por ejemplo, de que hoy a nivel mundial más gente quiera programar y exija y reclame código abierto para poder personalizar sus aplicaciones, es un indicador de que la informática se volvió querible para las masas, porque se entendió que el comercio electrónico es crucial nos encontremos en cualquier punto que sea del proceso evolutivo social.
El nuevo modelo comenzó a cuajar
En otro tiempo había que superar instancias previas del desarrollo industrial moderno para poder intervenir en su mecánica y aquellos países menos tecnificados –subdesarrollados‑, que no habían quemado esas etapas no podían siquiera plantearse los temas fundamentales del desarrollo científico contemporáneo. Tenían que esperar la ayuda extranjera y trabajar para avanzar en la escalera industrial hasta llegar a un mínimo aceptable que les permitiera intervenir en la cadena productiva mundial. Hoy, cualquiera, desde cualquier lugar del mundo, puede acceder a la alta tecnología, partiendo de los requisitos mínimos que exige el manejo de un sistema operativo y sus aplicaciones fundamentales. Es más todavía, se puede inventar tecnología de punta accediendo a la información que nos brinda Internet.
Estas nuevas demandas por mayor tráfico de información, más velocidad y acceso al código, son el indicador clarísimo de que el modelo morfo genético que la informática vino a generar está cuajando y entrando en todos los pormenores de nuestra vida, del mismo modo que en el pasado el modelo mecanicista terminó permeando nuestro estilo de vida y dándole un carácter concreto a cada cosa.
En aquel entonces, la prioridad social era difundir la educación escolar hasta el grado de su universalización y a la vez introducir en el Uruguay una formación racionalista, positivista y cientificista, apta tanto para producir hacia la metrópoli industrial, como para comprar y adquirir bienes y servicios del exterior. El Uruguay llegó a ser, ya entrando comienzos de siglo, lo que se llamó “el jardín francés de los británicos”, por lo exitoso que fue el proceso de inserción social en la matriz del nuevo modelo industrial vigente. Hoy estamos ante un proceso similar que exige la generalización de la informática hasta el grado de su universalización y a la vez ante el imperativo de impulsar una formación basada en la comprensión del rol que juega la mercadotecnia en el avance técnico científico que estamos viviendo. Hoy no es la tecnología quien genera el mercado, sino el mercado quien exige y demanda su tecnología. Hay tantas tecnologías al uso, como nichos de mercado puedan descubrirse.
La enseñanza tenía que ser gratuita, porque era una exigencia del modelo económico: para intervenir en él había que tener un grado importante de calificación.
Hoy en día ocurre algo parecido con el computador. Al individuo se le regala el curso para que pueda comprar la máquina. Con los programas ocurre algo parecido. Para poder comprar se requiere un demo que indique lo que hace, además de algún tutorial que permita saber usarlo.
A fines del siglo XIX y comienzos del XX, ocurría algo parecido, pero en el marco de aquel mecanicismo. La prensa jugó el rol de educar a las masas. Se dijo, no sin razón, que existían dos niveles culturales: los que al menos leen un diario por día y los que no leen ningún diario. En términos técnicos, el hombre medio de aquel entonces se expresaba con 2.000 mil palabras, los que leían la prensa exclusivamente, con 20.000 y la gente de alto nivel cultural con 60.000 palabras. La escala cultural era así: hasta la escuela, obrero, hasta el liceo, administrativo y de bachillerato para arriba, cargos gerenciales y de dirección. El Uruguay fue llamado la República de los Bachilleres, porque si bien es cierto que todos tenían la obsesión florencio sanchezca de “Mi hijo el Doctor”, en términos concretos los cargos gerenciales eran ocupados predominantemente por bachilleres y desertores de la Universidad.
La prensa a nivel mundial jugó ese rol pedagógico y educativo hasta la crisis del ’29, como lo demuestra Orson Wells en aquella película clásica, “El Ciudadano”; ya entrada la crisis del ’29, ‑que en el Uruguay llegó en el ’31‑ la prensa fue pensada pura y exclusivamente para transmitir noticias “que venden”, sin importar si educan o no.
Hoy estamos viviendo un proceso similar en dónde alfabetizar en tecnología es crucial para poder sostener la industria del computador. Las empresas regalan el know how, ‑el saber cómo‑ y se reservan el código y la propiedad.
La diferencia entre aquel modelo y el actual radica en que el mecanicismo finalizó. Aquello era demasiada materia prima en relación con el valor agregado. Ya nadie hoy en día habla de las economías del cobre, el estaño, el hierro, el níquel y demás. La mano de obra barata se volvió cara y a su vez la distancia entre capital y trabajo se acortó. Con muy pocos recursos se puede tele trabajar, pero también inventar, concebir, crear cosas y vender el derivado.
A su vez desde el punto de vista industrial hubo un cambio sustancial en la calidad de la mano de obra empleable. En aquella época en el Uruguay el 25% de la mano de obra era empleado fabril, hoy no llega al 5%. De ese sector obrero, de cada diez empleados 3, tenían calificación y estudio, los otros 7 eran sin calificación. Hoy, de cada 10 obreros, 7 están calificados, 3, no. Globalmente el trabajo, si bien era más calificado que en los tiempos de las artesanías, no tenía ni remotamente el nivel de exigencia que tiene hoy. El ejemplo que se da para entender la distancia entre lo de aquel período y lo de hoy es el siguiente: En aquella época 100 obreros tenían un monto de productividad 1000, digamos así, solo la tercera parte era calificado y globalmente considerado constituían la cuarta parte de la población laboral activa. Hoy, 10 obreros mega tecnificados cibernéticamente, tienen un monto de productividad 10.000, el 70 por ciento es calificado y constituyen el 5% de la mano de obra empleable. Esto significa que la industria, en el sentido que le asignaba Ford, como el generador del salario para vender lo que esa industria produce, ya no opera más de aquella forma. El sector que la industria despidió en un 60 por ciento fue absorbido por el sector servicios, el sector terciario de la economía y el otro cuarenta por ciento son esos bolsones de marginalidad que hoy vemos, el nuevo pobre y el reemplazado. La pobreza antes era pobreza rural, preferentemente considerada, hoy es pobreza urbana. No es el desclasado social, que era lo que existía en otra época lo que hoy tiene un carácter prevalente en el desempleo abierto, sino el reemplazado por este proceso tecno científico.
El fin del paradigma taylorista
La enseñanza de aquella época taylorista se basaba en la división del trabajo, la subdivisión de tareas en otras más simples y la remuneración en base al rendimiento.
Si en el período anterior, el Taller era el modelo de trabajo, en esta etapa que abre el taylorismo, el cronómetro es la clave para entender el nuevo ciclo productivo basado en la optimización de los costos obrero‑hora‑máquina.
Para Taylor la forma de implementar su sistema consistía en:
1. Encontrar entre diez o quince obreros (si es posible en distintas empresas y de distintas regiones) que sean particularmente hábiles en la ejecución del trabajo por analizar.
2. Definir la serie exacta de movimientos elementales que cada uno de los obreros lleva a cabo para ejecutar el trabajo analizado, así como los útiles y materiales que emplea.
3. Determinar con un cronómetro el tiempo necesario para realizar cada uno de estos movimientos elementales y elegir el modo más simple de ejecución.
4. Eliminar todos los movimientos mal concebidos, los lentos o inútiles.
5. Tras haber suprimido así todos los movimientos inútiles, reunir en una secuencia los movimientos más rápidos y los que permiten emplear mejor los materiales más útiles.
Quedaba atrás, definitivamente, la época en que el artesano podía decidir cuánto tiempo le dedicaba a producir una pieza, según su propio criterio de calidad. Ahora, el ritmo de trabajo y el control del tiempo de las tareas del trabajador estaban sujetos a las necesidades de la competencia en el mercado.
Con la división del trabajo se eliminan costos y el trabajo artesanal, se consigue que el conocimiento pase a los ingenieros, los oficios dejan de tener la posición preferente y negociadora que tenían hasta el momento, así el trabajador pierde ese poder negociador como resultado de la conversión a tareas simples. La fragmentación del trabajo produce una descualificación al destruirse los antiguos oficios, fragmentándolos y descomponiéndolos, aumentando la eficiencia y bajando los costos ya que al trabajador que lleva a cabo tareas simples se le paga menos. Este sistema conlleva un problema: el monopolio del conocimiento, interés en que ese conocimiento no trascienda para así lograr mantener aquél régimen.
El taylorismo llevado al plano digital somete las tareas, hasta hace poco consideradas no mecanicistas -de carácter creativo, intelectual-, propio de las clases medias y muchos profesionales, al mismo destino que las artesanales; son codificadas y digitalizadas consiguiendo que la capacidad humana de decisión y juicio pueda ser sustituida por programas automáticos con protocolos de decisión informatizados -mecanizados-. El programa, cuando se lo analiza en sus pormenores, es una cadena productiva en pequeño que libera al individuo también, de las tareas de análisis y juicio conclusivo. Es un conjunto de operaciones necesarias que ocurren de un modo estructurado y produce un evento, un suceso, un acontecimiento, involucrando allí una serie de recursos. Además, por su facilidad de deslocalización y movilidad técnica de los procesos -propia de las conexiones globales informatizadas- los empleos son fáciles de exportar, cambiar y sustituir.
La educación nunca estuvo ausente del proceso
Así como la educación está llamada a acompañar, como lo ha hecho siempre, este proceso de expansión tecnológica, también el programador debe ser consciente que cuando concibe un programa pensado como una aplicación, en realidad está creando un nuevo puesto de trabajo con determinadas características. Muchas veces incluso está habilitando el surgimiento de una nueva profesión o disciplina.
Los malos programas son aquellos realizados con cierto intrusismo por parte de ingenieros que no dominan la profesión que están tratando de “simplificar”, los buenos son aquellos en dónde además de estar implicados en esa actividad, existe atrás un equipo de investigación y desarrollo universalizando la aplicación. El verdadero desarrollador empieza siendo Gran Usuario, usa mucho y luego libera aquello que le ha dado un buen resultado en el desempeño de su trabajo. Lo mismo que Taylor en el contexto de su época hacia con los distintos oficios industriales, es lo que el programador hoy desarrolla a niveles que implican los juicios estéticos y conclusivos.
En otra época las escuelas funcionaban, en el mundo industrial, al lado de la fábrica, porque a sus efectos estaban concebidas con una finalidad muy concreta: como una máquina herramienta para producir obreros industriales.
Hoy en día vivimos el fin de aquel modelo taylorista, fordista y keynesiano y como es una época de transición entre un conjunto cultural que paga tributo a la conformación básica para la cual fue instrumentado en todos sus pormenores y otra realidad cultural ante la cual no están suficientemente claras las determinantes esenciales que viene a plantear, es natural que la enseñanza carezca de brújula y no por indiferencia o ignorancia de los educadores, sino por las mismas complejidades que un sector desregulado de la economía, como lo es el informático, hoy plantea.
Si analizamos un poco la historia del computador vemos que la enseñanza siempre trató de estar a la altura de las exigencias que este sector le ha planteado. Desde los tiempos de la tarjeta perforada de IBM y las contabilidades suficientes, como respuesta conceptual al manejo contable sin libros, pasando por la época de los graba cintas y graba diskettes en dónde la educación planteaba modelos gerenciales de funcionamiento del tipo (entrada-proceso-salida), hasta llegar –dentro de la era pre Windows‑ a los sistemas Borland y la enseñanza de la programación llevada a las escuelas, como fue el caso de Pascal. Entrando ya en la era Windows, Internet pasó a ser el referente natural de acceso al conocimiento y la ofimática es quien viene a resolver la crisis de programa que existía. Al nuevo usuario no le interesa programar, ni le preocupa cómo está hecho eso, sino que busca una aplicación para trabajar o jugar.
La enseñanza acompañó todo este proceso tratando de darle carácter filosófico general a las cosas que se inventaban. Así, en la época del micro procesador y de los mini computadores, estos últimos no tenían memoria ROM, sino solamente RAM, y había que subirles a la memoria volátil tanto los datos, como los programas. Cada vez que se quería hacer algo había que cargar ambas cosas. De esta realidad se infería, por ejemplo en Medicina, que con las enfermedades sucede lo mismo. Hay un programa genético que funciona mal cuando carga y eso hace que la entrada –alimentación, bebida, frío, humedad, lo que fuere‑ se procese mal internamente y por ende la salida es la enfermedad.
En pedagogía se sostenía algo parecido, el educando tiene un programa –su inteligencia escrutadora‑, recibe información y la procesa, de modo que cuando da el examen demuestra palmariamente lo que sale de allí como resultancia de la adquisición de conocimientos. Las fallas de aprendizaje por ende vienen, o de algún problema interno, ‑el programa‑ o de los datos que recibe, introyecta, incorpora e integra.
Aquel reduccionismo cibernético, recordaba otros epifenomenismos, como el darwinista, en donde todo se interpreta bajo el prisma del mamífero evolucionado. Lo que está indicando que en pedagogía existe una tentación totalitaria, tendiente a explicarse todo bajo un esquema atractivo y simplista, que exima del duro esfuerzo de entender la individualidad de cada uno en su peculiaridad esencial.
Este es un indicador claro de que hay que tener cuidado con esas extrapolaciones simplistas que puedan parecer hoy que son así y que luego se demuestran tan obsoletas como el marco referencial que les servía de sostén.
El error de la educación no ha sido prescindir de la ofimática y la informática como se puede creer, sino por el contrario hacer seguidismo de las ponderables completamente epocales y circunstanciales que plantea. Se llegó a decir y teorizar en la era pre Windows, que para la informática todo hombre es un conducto a través del cual se da y recibe información y trascendentalizando la visión, se afirmaba que las cosas valen en el universo en tanto que ofrecen información. Una luz que se prende y se apaga es el principio de la información (O, apagado, 1, prendido). El metabolismo, la memoria humana, las unidades de producción son entrada‑proceso‑salida, como también lo es la Represa, el dinamo o cualquier motor y por ende ese es el fundamento de todas las cosas. Todo, desde la transformación del flujo magnético en electricidad, mediante el fenómeno de inducción electromagnética, hasta la alimentación o la memoria, entraba dentro de un mismo principio rector: Entrada, Proceso, Salida.
Recientemente en un último reportaje realizado en Búsqueda a Dennis Ritchie, el creador de Unix y el lenguaje C, decía que en aquel entonces el sistema operativo era input/output y no había más remedio que concebir las cosas en términos de entrada, proceso, salida. Hoy existen soluciones “ingeniosas”, dice el padre de los hackers, porque los programas se estuchan y salen del estuche en el momento que se ejecutan, luego vuelven al mismo, de modo que se pueden concebir aplicaciones que permiten “olvidar” que el sistema en su base es input/output. Antes de morir el padre del software abierto, dio la clave interpretativa. El sistema es entrada, proceso, salida, no porque el universo cosmogónicamente así lo exija, sino por una cuestión de arquitectura de sistema, perfectamente soslayable con programas bien hechos. El problema mayor dice el recientemente fallecido Dennis Ritchie, verdadero benefactor de la humanidad, es que los programas son humanos y fallan.
Ya, por ejemplo, en html, no existen las dificultades de programación que hay con los diversos dialectos máquina, porque el lenguaje no paga tributo a una arquitectura específica. Hay que subirle primero, lo que se ha de programar después y esa libertad que tiene el programador le permite hacer cosas increíbles e impensables desde la lógica rígida y binaria estricta de los lenguajes máquinas existentes.
Tampoco se ven ya manuales de pedagogía diciendo que la memoria humana es entrada, proceso y salida, lo que está indicando que no es bueno el seguidismo tecnológico en términos reduccionistas y epifenoménicos.
En la era Windows la educación deja esas tonterías de lado pero sigue pagando tributo a cierto seguidismo que desmerece los aspectos memorizables del aprendizaje, sólo porque las máquinas lo hacen mejor, cuando el individuo debe acceder a la plenitud del conocimiento quemando neurona y poniendo todo el empeño de sí. Hoy tenemos una generación de estudiantes que son incapaces de tener comprensión lectora de un texto, separar las palabras claves y organizar las ideas en un conjunto coherente. Si le piden una monografía, lo único que saben hacer es copiar y pegar, ni siquiera se toman la molestia de parafrasear un texto, empezando por el hecho simple de que no saben tampoco hacerlo.
Educar es y será enseñar a leer, escribir y calcular
La educación debe inspirarse en sus fundamentos: Debe enseñar a leer, escribir y calcular, en sus diversos niveles de adquisición de destrezas. En el nivel escolar, básico del leer, escribir y calcular, en el nivel liceal del leer –interpretar un texto-, escribir –desarrollar una idea- y calcular, utilizar funciones y matrices. En el nivel universitario, del leer justipreciando los contenidos a dar por buenos, escribir desarrollando ideas propias, y calcular a nivel algebraico superior.
En cualquiera de sus niveles la educación hoy tiene como aliado al Paquete de Office; desde el punto de vista básico, procesador de texto, planilla electrónica e internet como instrumento de lectura.
La informática vino a resolverle las cosas al hombre que viene de una época de dificultades muy grandes en el acceso a la información y en la forma de procesarla, pero le exige requisitos mínimos a aquel que inicia su ciclo de aprendizaje y encuentra que esas nuevas facilidades para él no significan lo mismo.
Cuando yo salí de lo que en aquel entonces se llamaba Preparatorio, para conseguir trabajo las academias enseñaban máquina, contabilidad, inglés y taquigrafía. Hoy necesariamente no está planteado así, pero dentro del paquete básico hay que considerar el procesador de texto, la planilla electrónica, los sintetizadores de voz, los traductores y el aprendizaje del inglés básico. El gran éxito de la computadora y concretamente de Windows ha sido justamente que vino a resolver el acceso al mundo laboral y a re articular el aprendizaje de las tres destrezas fundamentales para la cual está concebida la educación: Saber leer, escribir y calcular.
Es por aquí por donde empieza la reforma de la enseñanza. Es entendiendo que nuestra responsabilidad es volver querible la lectura, escritura y el cálculo con estas nuevas herramientas que hoy disponemos.
Es comprendiendo que la información en sí como tal puede significar muy poco, si no está pensada desde el punto de vista de oficiar de sostén en la toma de decisiones. La información importa cuando esta sesgada y filtrada para adoptar determinaciones. La obtención de información numérica para la toma de decisiones es lo más difícil que hay y es un hecho sabido que los hombres de industria y comercio son incapaces de interpretar las cifras de un balance de resultados y de un balance de situación, ni aún allí en dónde sus fortunas están en juego.
Si se bombardea al alumno con cuanta cosa rara surge y aparece por el mundo, y se le cambia a cada paso los procedimientos en aras de una supuesta actualización permanente, se atenta contra la contracción metódica que exige el aprendizaje a fondo de una cosa. Hay que darle una importancia secundaria a los procedimientos, adoptar los propios y estudiar minuciosamente a los clásicos, a aquellos textos básicos y fundacionales que han dado consistencia conceptual al universo del discurso que cada disciplina viene a plantear.
Y fundamentalmente, por encima de todas las cosas hay que entender que aunque la enseñanza y la educación hicieran más de lo que hacen, seguirían siendo igualmente insuficientes, si el hombre una vez concluido su ciclo lectivo abandona por completo el aprendizaje y se desinteresa, porque no recibió el concepto señero de que lo más importante es aprender a aprender en un proceso que dura toda la vida.
Todos en un ciclo tuvimos que hacernos de nuevo y recapacitarnos para la época que hoy vivimos.
En realidad el aprendizaje comienza para el individuo cuando concluye sus estudios y cuando finaliza, cuando ya no somos capaces de ningún aprendizaje, es porque hemos envejecido. La función de la enseñanza formal, curricular es en realidad preparatoria para la vida de aprendizaje sin prisa, pero sin pausa que la vida a todos y a cada uno nos plantea constantemente. La enseñanza formal en realidad es el puntapié inicial a lo que debe ser el auto estudio como actitud cognitiva permanente.
El gran salto cualitativo que tenemos por delante es comprender que la interactividad genera compromiso emocional y que el hombre hoy se apresta a trabajar desde el comportamiento lúdico: Se trabaja como quien juega y se juega como quien trabaja. Hoy en día trabajar va dejando de ser esa pesada carga bíblica que viene del pasado: “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, y se ha convertido en un privilegio. Principio de ejecución, en el sentido clásico taylorista, ya no es un indicador del principio de realidad y en cambio, principio de placer –jugar‑ es la vía regia para acceder al principio de realidad. Lo que plantea nuevas psico dependencias ante un tipo de trabajo que adquiere predominantemente un carácter lúdico y exige una apertura de otro carácter en lo que significa hoy en día la generación de valor y la administración de los recursos. Acortada la distancia que existía entre capital y trabajo y poniendo el valor agregado como la casi exclusiva fuente de riqueza, la enseñanza, por ende, debe ponerse al servicio del auto estudio, en un mundo en donde el conocimiento es dinero y para acceder a él, lo único que se necesita es invertir tiempo analizando, leyendo, viendo y estudiando.