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El dulce comienzo del trébol

Víctor Sandoval
Argumento
En un bar un chico coquetea con una chica. Ella lo provoca, lo excita, tanto con sus miradas como con su cuerpo y movimientos. Ella está saliendo con un muchacho y mientras baila con su novio, lo mira insistentemente a él.
A cada intento que el chico hace de ganarse a la chica, ella responde con actitudes de carácter frustrante. Le da placer y la excita dejarlo caliente y con ganas.
En determinado momento la chica rompe con su novio y se dispone a entablar una relación con él. Inician un romance en dónde lo que se destaca, insistentemente, es la capacidad sexualmente provocativa que la chica tiene en sus relaciones con los hombres.
Ella es feliz con la ropa ajustada buscando siempre disponer de una irresistible seducción. Es algo que la hace disfrutar mucho.
Un buen día se casan y allí comienza a darse otro tipo de actitud por parte de él. Le molesta que se vista en forma provocativa, no quiere que use polleras cortas, que muestre las tetas y mueva la cola al caminar. Le exige la discreción que a su entender una buena esposa debe tener y el hecho de que ahora le pertenece solamente a él.
Ella se niega a tal exigencia, se opone rotundamente. No está dispuesta a sacrificar lo que considera más excitante de su juventud: la sana vanidad femenina de sentirse deseada. Tras largos encontronazos y discusiones, ella, finalmente, logra imponer su voluntad. No quiere un marido egoísta. No acepta, bajo ningún concepto, renunciar a ser quien siempre fue, por el simple hecho de haber consagrado una unión matrimonial.
Él, a regañadientes, se encuentra que no le queda más remedio que aceptar esa situación. Al fin y al cabo se trata de la misma persona de toda la vida, que actúa tal como siempre lo hizo.
En el inicio de su vida matrimonial tiene que soportar diversas situaciones: cuando va caminando por la calle, en el supermercado, cuando salen a pasear, van a un bar, todas las miradas masculinas se dirigen a ella. Eso es algo que lo enerva y lo deja mal. La discusión la tiene perdida, no puede imponerle sus condicionantes. Sufre no de celos, porque no está planteada la sospecha de alguien en particular, sufre cuando siente que a los otros hombres les gusta tanto su mujer que incluso le dicen piropos a ella cuando va del brazo de él.
A cierta altura de las cosas la situación comienza a excitarlo y le gusta a él también, solo que si bien por un lado lo entusiasma saber que tiene una mujer deseada por los demás hombres, por el otro lado le inquieta. En una mezcla de celos y de excitación todo junto, cuando todas las miradas se dirigen hacia ella, él hace como que está serio y no le da gracia, pero por dentro disfruta y luego tiene mejores orgasmos inclusive. Es algo que comienza a llamarle la atención. Si en la etapa inicial del matrimonio cierta eyaculación precoz cada tanto aparecía por la molestia que esa situación le causaba, ahora en cambio funciona sexualmente mucho mejor. Formalmente considerado pone cara seria, interiormente cada vez es mayor el apetito sexual que siente por ella.
Ella lo empieza a notar distinto y si bien sigue siendo la misma de siempre, le llama ahora la atención ciertos aspectos de su comportamiento: la escucha y atiende en todo lo que le dice, percibe insignificantes detalles de la relación que antes pasaban desapercibidos, es más dado y considerado, no está tanto en sus cosas, lee menos el diario y escucha menos informativos, se interesa por las mismas cosas que le agradan a ella. Es como si hubiera una mejor sintonía entre ambos. Eso la refuerza y la afianza en su manera de actuar sexualmente provocativa hacia los otros hombres.
Hay un momento en donde a él le comienza a gustar mucho más y es capaz de demostrarlo abiertamente hacia ella. Es él, el que se preocupa por la ropa más sexy para ella, por su maquillaje y sus zapatos de tacos. Disfruta con placer ver como la miran, los comentarios que le hacen y el intento que muchas veces existe por seguirla viendo un poco más.
Es a partir de este instante preciso en el cuál comienzan a sucederle las cosas más horribles que nunca esperaba, en dónde lo más suave es el piropo agresivo a quema ropa. Intentos de ultraje, trifulcas en dónde tiene que defenderla a ella a las trompadas, situaciones de agresividad sexual y de rotunda desconsideración hacia la pareja. Él la defiende a las trompadas contra viento y marea. No hay que perder de vista que es un hombre que pese a que dejo por mucho tiempo de entrenar y se dejo estar en la vida hogareña, aprendió en una época artes marciales y conoce y domina la defensa personal.
Ella, no por eso, cambia su comportamiento sexualmente incitante y provocativo. Al contrario es cuando más comienza a gustarse y quererse a sí misma. Una vez, luego de una trifulca, por ejemplo, canturreaba en el baño: "soy un avión..., soy un avión...". El sentirse ardientemente deseada por los hombres, fue siempre su mayor motivo de satisfacción y orgullo femenino.
Hay una instancia en dónde él comienza a replantearse las cosas ante sí mismo y se hace la siguiente pregunta interior: si me gusta tanto, ¿por qué tengo la obligación de tomarme por los puños ante lo que es en definitiva, en los otros, algo parecido al deseo que tengo yo? y allí se ablanda, como diciendo: "Defendete vos sola, que yo igual sigo disfrutando, suceda lo que tenga que suceder".
Comienzan a haber menos trifulcas, ella sigue siendo igualmente provocativa, pero suceden menos hechos de violencia y en determinado momento, en dónde incluso, había vuelto a entrenar, conoce a un amigo.
Al amigo lo invita un buen día a la casa. Ella lo atiende provocativamente, algo que a él le da mucho placer. Les sirve wiski y le muestra las tetas. El amigo está que vuela y los tres entre copas y risas disfrutan de una excelente velada. En un momento ella va al baño y se afeita la vagina y vestida con pollera corta y sin bombacha, coloca música y se pone a bailar. Lo invita al amigo a tal efecto y éste al ver la situación excitado, con algunas copas de más, comienza a bailar apretando. Él, al ver eso, se integra en el baile y entre los dos se la llevan a la cama.
Él se desviste completamente, a ella la desviste el amigo, y si bien se quita la ropa casi totalmente, el amigo, queda de calzoncillos. La comienza a acariciar suavemente, mientras él mirando disfruta. Va bajando lentamente por todo su cuerpo y al llegar a la vagina comienza a chupársela delante de un marido feliz y excitado. Luego lo llama y le dice, "dale vos, que sos el dueño de casa" y en ese momento le toma el pene y comienza a succionárselo. Luego el marido la penetra, tiene un orgasmo muy intenso, se da vuelta, y ella lo llama al amigo. Éste hace el amor en una posición diferente a la del marido. Se pone abajo y finalmente, también tiene un muy satisfactorio orgasmo.
Finalmente se visten y cuando se va, el amigo le dice a la pareja: "No sé lo que me pasó hoy, no logro entender por qué se la chupe si yo nunca hice eso, ni se me paso por la cabeza, inclusive. Realmente, no sé lo que me paso". El marido y ella se despiden del amigo, y luego él le dice a ella: "Este sí que es un amigo. Amigos así, no se encuentran todos los días".
La película termina con una escena casi exactamente igual a la del comienzo, inclusive, en el mismo bar en que se conocieron cuando él coqueteaba con ella, lo provocaba y lo excitaba, tanto con sus miradas, como con su cuerpo y movimientos. En un momento le dice al barman: "¡Qué bonita es mi mujer bailando con mi amigo!", a lo que éste le responde: "¿y por qué no lo decías con aquel, con su novio?...". "Porque aquel era mi rival, este es mi amigo", contesta.

Sinopsis
En un bar Florencia coq uetea con Raúl. Sostiene su mirada más de la cuenta y luego le da tregua por un rato, mirando en otra dirección. El movimiento de su cuerpo es sumamente expresivo y no deja lugar a dudas. Ella baila con Walter y lo mira con cierta estudiada languidez a él.
El ambiente que se crea y la poca luz, el descuido al bailar mostrando las tanguitas, el no resistirse cuando Walter se apretaba a ella, hacia que Raúl disfrutara viendo como Florencia exhibía sus grandes pechos con tops y musculosas chiquitas y su mini cada vez que bailaba. Esta era de tal transparencia que en ocasiones al contraste con la luz sus colores hacían que se le trasluciera toda la tanga.
Cuando Florencia se acerca al mostrador y Raúl trata de aproximarse, ella se aleja, como diciendo. "No te anotes, que no vas, simplemente, vos, no existís". Esa sensación de impotencia que la situación le generaba a Raúl, le daba muchísimo placer.
Luego de este tipo de rechazo cortante y seco, al volver a bailar lo volvía a mirar pero con más insistencia. Le hablaba bajito a Walter, mirando a Raúl. Situación que aumentaba en sumo grado el nivel de calentura. Le decía a Walter: "Te adoro, mi vida, ahora quiero bailar, después nos vamos", pero se lo decía al oído tan bajito y mirando a Raúl con cara de cierta languidez, como si se derritiera al verlo, que daba la sensación de que estuviera tratando de convencerlo a Walter para una relación con los tres. Raúl se sentía raro, enojado y contrariado y por el otro lado incitado. En determinado momento Florencia lo miraba mordiéndose la boca y le decía a Walter: "Mirá la pareja que está allá atrás", Walter elegantemente lo miraba a él parado en la barra buscando a esa pareja, y Raúl bajaba la vista, creyendo que a él lo habían aludido en algo que ignoraba.
Un raro presentimiento mórbido lo atravesaba, del tipo: "No cabe duda, tengo que hacerme amigo de los dos".
Un día en la puerta del boliche Florencia discute con Walter: "Vos no me escuchas a mí. Sí, sí, sí, es verdad, no escuchas lo que digo", a lo que Walter responde: "Vos no entendes las cosas como son, siempre te está pareciendo algo".
Ese día Florencia lo mira distinto a Raúl. Acepta salir a bailar con él. Ahora se invierten las cosas. Parece que tratara de darle celos a Walter.
Un año y medio después se casan.
Raúl cambia su actitud hacia Florencia. Un día le dijo: "No te vistas en forma tan provocativa. Ahora sos mi esposa y no me gusta que los demás te miren la cola. Se empieza mirando, se termina tocando. No me hace gracia". Ella le responde: "Te equivocaste conmigo, entonces. ¿Qué tiene una libreta que te haga cambiar de esa forma? Yo siempre fui así y pienso seguirlo siendo.". Raúl: "Pero no te das cuenta que una mujer así, ridiculiza a su marido por la calle", a lo que ella responde: "Si pensas así, ¿por qué no te sentiste rídiculo antes?". A lo que Raúl contesta: "Usar polleras cortas, mostrar las tetas y mover la cola...¿te parece que está bien?". Florencia le responde: "No seas ridículo, Raúl, ahora te vino eso. A santo de qué, de sentirte el patrón, el jefe, el que impide que su subordinado tenga deseos propios y autonomía. Por favor, lo que decís, eso sí, te ridiculiza a ti mismo. ¡Qué poca confianza te tenés! ¡y qué poca, me tenes a mí! Así que ahora nos venimos con eso: ¡bueno haberlo sabido antes! Mira una cosa, Raúl, conmigo, sacátelo con peine fino, voy a seguir siendo la de toda la vida, no voy a sacrificar mi juventud convirtiéndome en una amargada, que resonga como fue mi madre, sin saber por qué y es por eso, porque le arrebataron la juventud. No me gusta que seas un egoísta y creas que la juventud es solo cuestión tuya. Está es la única vida que tenemos." y da un portazo y lo deja solo.
Raúl resignado acepta la situación, al fin y al cabo, no está planteando nada distinto; ella es la misma de siempre, la mujer muy atractiva y encantadora.
Diversas situaciones tiene que soportar Raúl: Una vez de viaje en un gran centro comercial ella se fue a comprar zapatos con una minifalda y medias de liga, y era llamativo para todos verla de lejos probarse y mostrar todo; pechos, cola, piernas.
Otra vez en verano va de compras al supermercado con su malla y algún pareo a la cintura para que deje ver completamente las nalgas. No hay mirada masculina que no se pose sobre ella. Los hombres que están allí los van siguiendo a los dos por los pasillos solo para verle el movimiento de sus nalgas.
Todas estas cosas lo enervan y lo dejan mal. Raúl un día le dice a Florencia: "No, no son celos lo que yo tengo, porque te tengo confianza, ni tampoco me siento un dueño tuyo al nivel de arruinarte tu juventud. No, no es eso, no. Es otra cosa. Yo no sospecho de nadie, porque no hay nadie entreverado. No, no es eso", a lo que Florencia le pregunta: "y entonces, ¡qué diablos te pasa!". "A ver si me entendes –le dice en un tono que denota que él sabe que esa discusión la tiene perdida‑ me molesta que a los demás les gustes tanto, pero tanto, que inclusive te digan piropos cuando vas del brazo mío.". A lo que Florencia le responde: "No la tenía esa. No te conocía esas inclinaciones." Raúl se controla de irse a las manos, y contrariado atisba en un estado emocional alterado a decir: "¿Me estas tomando el pelo?" y ella le contesta: "Tu te estas tomando el pelo a ti mismo. Decíme, Raúl, ¿miedo a qué tenes?, decíme y vas a un terapeuta. Yo te ayudo cariño. No se puede ser así, hay que tratarse eso horrible que tenes adentro. ¿Miedo a qué tenes?, decíme, a ver ¡¿que es lo que te pasa?!.". Raúl casi consternado le dice: "Me haces sentir un proxeneta por la calle, algo que no soy" y ella le responde, y si sentís eso: "¿Por qué te casaste conmigo?, no ves que sos como todos los hombres, una incoherencia. Se ennovian con la más linda, sueñan con la más bella, se masturban con mujeres fenomenales, viven metidos en Internet, pagan a cualquier precio por ver el cuerpo de una mujer desnuda, y no quieren cualquier cosa, quieren calidad, belleza, y después que se casan a esa misma mujer le arruinan su juventud. A mí no me va a pasar lo que le sucedió a mi madre. Conmigo te equivocas. Quiero verte, eso sí, en un juzgado tramitando el divorcio y diciéndole al Juez: 'Señor Juez, me divorcio porque mi señora es la misma que conocí antes de casarnos', pagaría por ver qué argumentas."
Una vez ocurrió lo siguiente: en un shoping ella vestida con alguna blusa muy escotada y sin soutien se paseaba sola con un boton (el primero) desabotonado de modo tal que el que se encuentra a su lado puede llegar a ver sus tetas totalmente al desnudo. En determinado momento, haciendo esto, un hombre se le acerca, y le muestra la teta para que se diera cuenta que se le estaba saliendo. El hombre amaga tocar, y los dos se alejan a paso más rápido, mientras el individuo no quería perderse el espectáculo que ofrecía con la espalda y el trasero.
Ese día no se sintió molesto. Al contrario hizo el amor con más intensidad que antes: el orgasmo que tuvo tenía una intensidad diferente, era más profundo, más pleno y además, a los 20 minutos tuvo otro, puesto que la seguía acariciando, después de haber terminado. Se le ocurrió una idea, comprar un espejo grande y ponerlo en la pared, para verla desde atrás cuando la acariciaba de adelante y verla de adelante cuando la acariciaba de atrás, y, además, para verse a sí mismo haciendo el amor con ella. Es indescriptible lo que sentía, el placer que le daba hacer el amor ahora. Atrás quedaba la eyaculación precoz que algunas veces le acompañó en la primera etapa del matrimonio, los rapiditos hechos de urgencia. Ahora sentía que hacer el amor era un ritual importante y trascendente, y que hacerlo con su esposa, era un lujo que generaba la envidia de los demás hombres.
Cuando van del brazo sigue poniendo cara seria, de pocos amigos, pero por dentro la situación es distinta. Sigue sintiendo celos, con la diferencia que ahora, la situación le resulta excitante.
Cierta vez en la playa, cuando Florencia mostraba todo su cuerpo y los hombres la miraban, él empezó a sentirse orgulloso de una mujer así, deseada y deseable. Esa vez, levantó el pectoral en un gesto de orgullo, como diciendo: "Esto es mío, mal que les pese a los contras".
Se recuerda de la playa las caminatas que hacían sobre la arena y como la miraban , los comentarios e inclusive él comenzó a soltarse también y era audible las cosas que muchas veces le decían los grupos de hombres.
Empezó a darse un cambio adentro de Raúl. Una vez fueron los dos y se pusieron a mirar los partidos de fútbol de playa, donde ella era el centro de las miradas. No se sintió mal, al contrario. Ponía cara seria, por una cuestión de costumbre, pero nada más que por eso.
Ella lo empieza a notar diferente y si bien sigue siendo la de toda la vida, le llama poderosamente la atención el hecho de que él ahora la cuida, la mima, la escucha, percibe detalles nuevos que antes no atendía, es más considerado hacia ella, se preocupa menos de las cosas que siempre le importaron. Comienza a darse una mejor sintonía entre los dos.
Cuando iban a bailar, la dejaba algún tiempo sola con los amigos ocasionales y se iba a los servicios. Ella hacía el amor con más ardor y él también. Ella haciéndose la descuidada al bailar mostraba sus tanguitas, o no se resistía cuando trataban de bailar apretados con ella. Iban poco a boliches, pero comenzaba a excitarlo el hecho de llegar al lugar con tapados que cubren todo y una vez que se los quita hay una mujer infartante allí.
Poco a poco comienza a gustarle cada vez más la situación y lo demuestra abiertamente. Se preocupa por su ropa sexy, por su maquillaje, sus zapatos de tacos. No le molesta las demoras en arreglarse.
Es aquí en dónde comienzan a sucederle ciertas cosas desagradables: Una vez se le acerca un hombre y le dice a él: "Me la prestas...¿verdad que sí?" y amaga tomarla. Saca un puñetazo y lo sienta en el piso. Cruzan rápido la calle y toman un taxi que pasaba.
Otra vez pasa un muchachón y como jugando y bromeando da un beso fuerte con los labios y dice: "Eso es lo que estoy necesitando" y cuando la va a tocar, lo calza de cross con la izquierda y en guardia de combate, con la derecha lo tumba al suelo. Allí le da una patada en la cabeza y lo deja somnoliento y se van caminando despacio por la calle.
De estos episodios hay muchísimos, como cuando en un bar, el mozo con el ticket le toca los senos a ella, y él se para como para agarrarlo, se levantan y se van.
Lo más suave que le sucedía era el piropo agresivo a quemarropa, como aquel que una vez le espetaron que decía: "Señor de la paciencia, dale quinotos, que falta le hace", o como cuando le dijeron: "quiero ser un idiota, quiero llevarte también del brazo", o como cuando le lanzaron: "mamita querida..., dejálo al nene en casa..., vení con papito...".
Una vez le dice un señor: "Si vienen conmigo, tienen los dos todos los gastos pagados". Amaga un trompazo y hay otro que secunda al veterano y lo calza a Raúl de atrás para inutilizarlo. Se da vuelta y hay dos tratando de hacerle un trancazo, mientras un auto se aproxima. Se salvo por una casualidad, porque en ese momento salían niños de una escuela y corrían atropelladamente.
Ella no por eso cambia de actitud sexualmente provocativa. Al contrario, es cuando más le excita la situación. Después de la trifulca, Florencia le hace masajes, le dice: "Quédate quieto, quedate quieto, que así estas bien, y lo besa desde el pecho a los genitales. Fue incluso la primera vez, cuando lo vio lastimado por defenderla, que al chuparle su cosita, lo logro hacer hasta la acabada total, incluso llegó a tragar parte del semen. Cosa que nunca hacía. Otra vez, después de una tenida de manos, ella cantaba en el baño: "soy un avión, soy un avión...". Una vuelta al verlo con la cara lastimada le dice: "Mi amor, no vas a poder por unos días ir a trabajar, vas a estar solo para mi." y fueron los momentos más felices de sus vidas, estaban encamados prácticamente todo el día, y era ella la que le llevaba la comida a la cama.
Es aquí en dónde él comienza seriamente a meditar las cosas y a planteárselas desde otro ángulo. Es cuando él se pregunta a sí mismo, mirándose en el espejo, en aquel espejo grande que hizo poner cuando la situación comenzó a gustarle: "Si todo esto en realidad nos hace más felices y dichosos, será que estoy obligado a sentirme mal. ¿Por qué tengo que tomarme a los puños ante lo que es en definitiva, en los otros, algo parecido al deseo que tengo yo?" y mientras ella dormía le dice: "Defendete vos sola, que yo igual sigo disfrutando, suceda, lo que tenga que suceder".
Es aquí en dónde comienzan a existir menos trifulcas, ella sigue siendo sexualmente provocativa, como cuando fue al cine bien tapada y al quitarse el tapado ya iniciada la película, aparecía en todo su esplendor sin soutien para toda la platea.
Él en ese momento vuelve a entrenar. Comienza a hacer un poco de dieta y a tonificar los músculos. Conoce allí, en el gimnasio a un tal Jorge de muchos años atrás. Van a un bar, conversan, toman unas copas y lo invita a su casa.
Allí ella le muestra a Jorge sus tetas por cualquier motivo. Cuando sirve un whisky, un vermout. Incluso, servía pocas papas chips, y pocos maníes, para tener que ir varias veces a buscar y que nuevamente le viera las tetas.
En un momento ella va al baño y se afeita la vagina y vestida con pollera corta y sin bombacha coloca música y se pone a bailar. "Se acuerdan de aquellos años", dice. Le hace señas a Jorge para que baile con ella y este gustoso se pone a bailar. Excitado y con unas copas de más, comienzan a bailar apretados. Raúl al ver eso, se integra en el baile y entre los dos comienzan a acariciarla.
La desviste Jorge, mientras Raúl mira excitado. Se van quitando la ropa, con la diferencia de que Jorge se desnuda todo, menos los calzoncillos. Jorge la acaricia lentamente, mientras Raúl goza enormemente con la escena. Comienza a besarla por todo su cuerpo y al llegar a la vagina comienza a chupársela delante de un marido feliz y excitado. Luego Jorge lo llama a Raúl y le dice: "dale vos, que es tuya y sos el dueño de casa". Eso lo excita más todavía, y al acercarse Jorge le toma el pene a Raúl y comienza a chupárselo. Luego Raúl la penetra a Florencia y tiene un orgasmo como jamás soñó tener, algo sustancialmente distinto, como tocar una nube con las manos. Es aquí en dónde Raúl se da vuelta y le cede el sitio a Jorge. Recién entonces el amigo invitado se saca los calzoncillos y hace el amor con Florencia de un modo distinto, se pone él boca abajo y finalmente, también tiene un orgasmo pleno y satisfactorio.
Luego se visten y al irse Jorge les dice: "Realmente, no logro entender que cosa estaba pasando dentro de mí. No sé porque, se la chupe a Raúl. Nunca hice eso en mi vida". Raúl lo despide y al cerrar la puerta y acercarse a Florencia le dice: "Este sí que es un buen tipo, un buen amigo. Amigos así, no se encuentran todos los días."
En la escena final, tenemos planteada la misma situación del comienzo:
En un bar Florencia coq uetea con Raúl. Sostiene su mirada más de la cuenta y luego le da tregua por un rato, mirando en otra dirección. El movimiento de su cuerpo es sumamente expresivo y no deja lugar a dudas. Ella baila con Jorge y lo mira con cierta estudiada languidez a él.
El ambiente que se crea y la poca luz, el descuido al bailar mostrando las tanguitas, el no resistirse cuando Jorge se apretaba a ella, hacia que Raúl disfrutara viendo como Florencia exhibía sus grandes pechos con tops y musculosas chiquitas y su mini cada vez que bailaba. Esta era de tal transparencia que en ocasiones al contraste con la luz sus colores hacían que se le trasluciera toda la tanga.
Raúl en la misma barra, como al comienzo, en un momento le dice al barman: "¡Qué bonita es ella cuando baila con mi amigo!", a lo que éste le responde: "¿y por qué me lo decís ahora, y no lo decías con aquel otro, con Walter?", a lo que Raúl contesta: "Porque aquel era mi rival, este es mi amigo".